Una de las zonas más recónditas de la Siberia desconocida, pero también más bella de la Rusia profunda: la república de Altái. El destino de un viaje en el que se ha cubierto un hito recientemente; ser los primeros españoles en alcanzar la cumbre más alta de Siberia, el Beluja.
Viajar a la Republica de Altai
Al sur de Siberia, lindando con Mongolia, China y Kazajistán, se encuentra la república de Altái, un pequeño territorio autónomo dependiente de Rusia al que se puede llegar con un salvoconducto y cuya capital es Gorno-Altái. Esta república está unida al denominado territorio altaico, que tiene su capital en Barnaúl, ciudad industrial pujante de 800.000 almas, habitada esencialmente durante la época de Stalin con población deportada de todas las partes de Rusia y ahora, además, por un aluvión de gente deseosa de abrirse camino en una de las zonas más desconocidas de Rusia.
El monte Beluja
La montaña más alta de Siberia, el monte Beluja, de 4.506 metros, se encuentra en la Republica de Altai. Es cierto que no es muy alto, pero tiene unas dificultades técnicas que, en principio, parecían insuperables. Ningún español, hasta el dia 18 de junio de 2010 había osado hollar su cima. Luis Fraga y Luis Bárcenas lo consiguieron.
Los lugareños, casi todos de raza altaica, una mezcla de ruso y mongol, les asusta la mera posibilidad de subir por sus aristas resbaladizas como pistas de hielo transparente que, además, en junio se licúa y abre espantosas grietas debido al tórrido calor del bravísimo vernao, que da paso a un otoño helado antesala del inhabitable invierno.
Julio Verne habló del lugar en Miguel Strogoff, donde el héroe junto con Nadia, recorrió la parte meridional que hoy atraviesa el transiberiano, de Moscú a Omsk (capital de Siberia occidental) y de ahí hasta Irkust (capital de Siberia oriental), al oeste del lago Baikal, la mayor reserva de agua dulce de la tierra.
Republica de Altai Rusia
Se puede ir en avión desde Moscú a Barnaúl (cuatro horas y media de viaje), en todoterreno de Barául a la aldea de Tyungue (unas 14 horas) y a pie, con caballerizas hasta las cabañas más próximas al lago Akkem, caminata de cuatro días, de 12 a 14 horas diarias, remontando al río del mismo nombre. No hace falta llevar agua potable, pues allí en limpia y baja a la velocidad adecuada para beberla sin peligro.
Se puede hacer un recorrido en el transiberiano por la región meridional de Siberia, recorriendo en tren el viaje que Miguel Strogoff había hecho. Pero adentrarte entre abedules, arces y pinos; por caminos impracticables con barro que llega hasta las rodillas y pululando todo tipo de insectos alrededor, no tiene precio. La belleza del lugar es tan espectacular que bien vale la pena el viaje a la Republica de Altai. Amanecer en una caballa de Varýkino, abrir la ventana para respirar aire fresco del alba y ver cómo caen las gotas de rocío en las puntas de los árboles.